44 cosas que me hacen sentir paz
Mañana cumplo 44 años. Y lo hago repasando los detalles, pequeños y tan grandes, que me hacen sentir paz con la vida que voy eligiendo.
Al principio, se titulaba cosas que me hacen feliz, pero hace tiempo que entendí que estoy mejor sintiendo paz que felicidad.
Aquí van 44 de estos aprendizajes y situaciones, sin más orden que el que mi cabeza ha ido eligiendo para compartirlas:
Que me digan “cada vez te pareces más a tu madre” y que me encante escucharlo.
Haber construido una pareja basada en el respeto mutuo; y una familia donde siento que puedo ser yo, aunque no siempre estemos de acuerdo.
Sentir que no tengo ninguna conversación pendiente porque hace tiempo entendí que las importantes no pueden posponerse. Y que hay otras que no merecen mi tiempo.
Sorprenderme desde hace 13 años con cada reto que la maternidad me pone por delante.
Que cada vez me guste más la imagen y, sobre todo, la mirada que me devuelve el espejo.
Tener amigas que me acompañan desde hace 40 años y sentir que nos vimos ayer cada vez que la vida nos reencuentra.
Que los hijos de mis amigos me llamen Tita Tati y serlo para ellos.
Comprobar que a veces no puedo llegar a todo y que la mejor idea es soltar el control.
Haberme regalado el sueño trabajado de publicar un libro y que cientos de personas lo hayan leído.
Que la curiosidad no me abandona nunca.
Reír y llorar en público es bien; no dejar de hacerlo cada vez que lo siento.
Tener más libretas de las que soy capaz de rellenar, y disfrutar del placer de escribir cada día.
Conocerme cada vez mejor; sabiendo que el autoconocimiento no siempre lo pone fácil, pero me convierte en una mujer cada día más coherente.
Haber aprendido a regalar Noes sin sentir culpa.
No disculparme por elegir(me).
Atreverme a pedir ayuda, sabiendo que ni estoy sola ni tengo que hacerlo todo sola (solo lo que elijo).
Alejarme de personas que están convencidas de que tienen mucho que enseñar y nada que aprender.
Haber entendido que liderar no tiene nada que ver con mandar; y que no es desde el poder, sino desde la escucha desde donde se empieza a hacerlo.
Que, en ocasiones, ponerme la primera de la lista, es el mayor acto de generosidad hacia la gente que quiero.
Ponerme en mi sitio es incómodo para mí solo al principio; después todo fluye.
No hacerlo y ceder cuando tengo claro que no quiero es cómodo para mí solo al principio; la incomodidad posterior es de las pocas cosas que me quita el sueño.
Abrirme a conocer gente me ha regalado personas increíbles que me llevan en volandas.
Puedo despedir a personas de mi vida. Agradecerles lo que me dieron un tiempo y comprender que ya fue.
Mi cuerpo es mi templo. Hacerle caso, la herramienta infalible para tomar decisiones.
Si caigo en la comparación, que sea siempre conmigo. La que me hago con otras personas nunca es justa para mí.
El desafío de pedir lo que necesito siempre es más agradable que la decepción de no recibir lo que espero sin pedirlo.
Los regalos que más valoro están llenos de tiempo compartido con las personas que quiero.
La maternidad es identitaria. No tengo hijas, soy madre; y me encanta.
Aprender a cuidar y entender que es un acto de amor, fue el primer paso para dejar que me cuiden.
La familia que la vida me ha regalado: en la que me crié, la que he construído y la que elijo.
El trabajo no me define y un cargo mucho menos. Pero hacer cosas que me apasionan es el camino para el éxito profesional que yo quiero.
No siempre es cuestión de dinero; pero aprender a no recibir menos de lo que merezco ha marcado la diferencia.
Vender poniéndome al servicio, sin hablar de “Xmil k” o “5,6,7 cifras”.
Nunca se es suficientemente agradecida.
Y nunca se dice “te quiero” demasiadas veces.
Nadie que me quiera, me va a hacer sufrir de manera gratuita. Si esto pasa, volver a leer la 23. Hasta luego, Maricarmen.
Estar orgullosa de mis éxitos es justo. No debo quitarme importancia.
Impactar en decenas de mujeres cuidadoras y sentir que les he acompañado en procesos de transformación personal o profesional, es uno de mis grandes éxitos profesionales.
Nunca se ha viajado suficiente. Hacerlo con la mirada abierta, dejándome sorprender y abriéndome a miradas diferentes, es un máster de vida.
Mis mejores referentes son personas anónimas extraordinarias.
Mirar y ver a las personas mayores me ha enseñado a respetarlas y también me ha hecho un poco más sabia.
No tener que arrepentirme de haber dejado de hacer o decir cosas por miedo, vergüenza o exposición al juicio.
La vida me ha regalado dos grandes maestras; respetar lo que me enseñan es mi gran desafío diario.
La vida se vive en presente. Y yo estoy decidida a seguir disfrutando del proceso.
Me encantará que me cuentes si te identificas con algunas, cuáles te han resonado más o, mejor aún, que compartas alguno de tus aprendizajes. Porque quizá pueda ponerlo en práctica en esta nueva vuelta al sol.
Gracias por estar.